Crónica personal de la “San Mamede desafío solidario”
Por JR
“El mayor despeñadero, la confianza” (Francisco de Quevedo)
Han pasado veintiún días desde la
cita convocada para
la ‘VI
edición del Ultra Trail do Barbanza’ de Arousa Neo. Tras el bache,
me encuentro preparado para afrontar otra prueba de trail. Me animo
con la “San Mamede” ourensana de 21 km. Dos
docenas de pura montaña.
Esta es mi primera carrera federada y, también, la primera con tanto
desnivel. Para mí significa adrenalina, pero también una dosis
importante de nerviosismo – que por otra parte no soy capaz de
disimular -.
Como siempre mi esposa es capaz de
relajarme. Ella… y el precioso establecimiento en el que nos
alojamos guiados por las buenas criticas en las redes. El Hotel
Monumento Castelo de Maceda es un lugar con una magia especial –
esa
magia que desprenden los castillos- , a la que el Chef Carlos Parra
adereza con su disposición, simpatía y recetas sublimes. (Anotad el
“capricho de tortilla”, el “queso frito con miel”, y las
carrilleras con salsa . ¡Espectacular!).
Llega el día y la hora. El punto de encuentro: Castro de Escuadro.
(¿Quién puso allí ese pueblo?) Increíbles los “recunchos”
que esconde mi querida Galicia.
Las piernas me tiemblan. Pero al
ver a mis compañeros y su
sonrisa cómplice, el hatillo de nervios se evapora.
Allí están media docena de
“nécoras” motivadas: Ramiro Álvarez y su esposa Pilar, Alfonso
Costas, Óscar Fernández, Millara, Aurora López y Javier Rodicio.
Actitud de guerreros a punto de ir al combate. Mantenemos el tipo
para la #carmafoto
que atestigua nuestra presencia como equipo. Capitanea la misión el
veterano Ramiro.
Me dirijo al cajón de salida. Bocinazo de salida de una oriunda
buena aldeana. ¡Y comienza el combate!.
Salgo con un ímpetu que no he
calculado bien, y pronto me doy cuenta de que debo bajar el ritmo.
Dejo que los corredores vayan por delante. Escucho a Ramiro mientras
me adelanta: “Vamos, compañeiro!”. Le
contesto
con una sonrisa.
Desde los primeros kilómetros me
quedo a la cola de la carrera, y sin mucha preocupación disfruto
del paisaje que me rodea. Llego
al primer avituallamiento donde me espera una sorpresa: Encarna, mi
esposa, junto a Pili y otras acompañantes, estaba allí animando.
Sus palabras y sus besos me dan más confianza para seguir con la
carrera al mismo ritmo en el que me estaba manteniendo.
No mucho más tarde, hacia el
kilómetro 6 llega la gran subida del perfil.¡Cómo la disfruto!
Cuánto mas subo más me detengo, y no es por cansancio, si no para
ver las imponentes
vistas que me ofrece la sierra.
Esta vez voy lento pero seguro.
Disfrutando sin parar. Sin perder de vista las señalizaciones. Corro
“con cabeza”. Algo que aprendí en la última prueba de trail.
Piernas, caja, corazón
y cabeza.
Llego al siguiente avituallamiento.
Indicación de 9 kilómetros. Me preocupo por que me doy cuenta que
los datos de mi reloj-que marca 10.500 metros- no concuerdan con la
indicación del cartel. Todos mis cálculos van mal. ¿Qué pasa? De
nuevo ese breve escalofrió que me recorre el cuerpo reaparece: eres
tú,
enemigo mío.
Una persona de la organización me
indica que no voy a llegar al tiempo de corte. Ignoro (literalmente)
sus palabras y continúo.
En unos metros llega la bajada de
la montaña. Tengo
que aprovechar para acortar el tiempo. En ese momento, antes de dar
el primer paso para comenzar el descenso, noto tu presencia. Estás
ahí. En silencio. Como el depredador a punto de atacar.
Te ignoro y esprinto
como un rayo, saltando a brincos, ladera abajo. Miro el reloj, y por
los datos que indica, me doy cuenta de que no voy a llegar. Intento
engañarme convenciéndome de que puedo conseguirlo y aumento la
velocidad. No es suficiente. Al final, en el kilómetro 14 , me
invitan a abandonar por no llegar al tiempo de corte.
Noté tu risa, tu carcajada, tu burla, creía que había vencido en
la sierra do Barbanza, pero me equivoqué. Me confié y tú, en el
silencio absoluto, dejaste que me derrotara a mí mismo. Mientras más
lo pienso más me enfurezco.
He sido derrotado. Esta vez no hay ninguna excusa. He fallado y tú
has vencido. Pero, en boca de Simón Bolívar, te digo, querido
enemigo mío, que el arte de vencer se aprende en las derrotas. Pero
también tengo que agradecerte por que hoy me has dado un objetivo
que antes no tenía.
“ Un guerrero acepta como una derrota, sin intentar transformarla
en victoria” (Paulo Coelho)
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