La tercera era la vencida o la última.
Así nos planteamos Pi Costas y yo su asalto definitivo a la
distancia mítica de los 101 Km Peregrinos/24 h. XCSI (por el Camino
de Santiago de Invierno, para los legos en esta abreviatura).
El primer año, hace ya tres, ella se
tuvo que retirar por unas ampollas terribles en ambos pies en Puente
de Domingo Florez (que en aquella edición estaba en el km 36) y yo
continué hasta terminar acompañando a otros 3 compañeros del
C.A.R. Marisqueiro (Miguel BM, Francisco Serrano Cantalejo y Roberto
García) en 21:43:19 a base de tirar de bastones.
Hace dos años, la segunta intentona,
fracasamos porque el ritmo que habíamos elegido para afrontar la
distancia no era suficientemente rápido para los organizadores de la
prueba, que nos hubieran retirado de buena gana otra vez en Puente de
Domingo Florez. En lugar de quedarnos, subimos aún durante hora y
media hasta la famosa pizarrera de San Pedro de Trones para tomar un
supuesto bocadillo de jamón, que sería lo primero medianamente
salado que se nos hubiera servido en esa ocasión. Sabíamos que, de
no aumentar el ritmo, sería imposible llegar a meta en el tiempo
establecido, y asumimos nuestra derrota contra el crono y el calor
sofocante que nos acompañó hasta ese km. 56.
Este año, y con uno sabático de por
medio, mi adorada Pi Costas se planteó un montón de cuestiones e
hizo varios firmes propósitos antes de afrontar el reto:
- En primer lugar, decidió empezar a
entrenar con más tiempo en el gimnasio para fortalecer sus piernas.
- En segundo lugar, decidió participar
en más trails cortos para acostumbrar mejor que antes sus pies y su
cuerpo al monte. Como le dijo el Gran Mestre de la Confraría
Trotamontes, José Moutinho, “al monte se le vence haciendo
monte”. En esta línea compartió kilómetros de risas, barro,
polvo y piedra con amigos excepcionales como José Enrique Fernández
Araújo, Carlos Honda y Susiño GZ.
Con Susiño GZ en el Trail polas Cabeceiras do Anllóns (Laracha) |
- En tercer lugar, experimentó como
hasta ahora no había hecho lo que es correr a la luz de un frontal
en plena oscuridad, algo a lo que aún mostraba ciertos recelos. El
Trail Nocturno Terras do Lidador fue para ella una prueba superada
con éxito que le dio alas para lo que nos esperaba a finales de
abril.
- En cuarto y último lugar, probó a
hacer una tirada larga por caminos semejantes a los que le esperaban
en tierras leonesas, y para ello hizo con su entrenador y compañero
del Galicia Maxica Trail Adventure, Jeff , un tramo del Camino
Portugués a Santiago. De Caldas de Reis a Compostela sufrió más de
lo esperado, pero con ello también aprendió a gestionar los
momentos de dolor, sufrimiento y bajón que a veces se nos cruzan en
las ultradistancias.
Con Jeff tras haber hecho el Camino de Santiago |
Con todo este material fïsico y mental
acumulado en la maleta de la experiencia y en mi humilde compañía,
partimos hacia el Bierzo, donde compartiríamos aventuras y muchas
cosas más con un grupo de gente maravillosa: Mónica López, Jose
Maria Cañamares, Micha Callejo Allué y Emiliano Fernández.
Con Mónica López, Jose Maria Cañamares, Micha Callejo Allué y Emiliano Fernández en la cena de la pasta |
Vaya par de dos!!! Como cabras!!! |
La idea, para terminar la prueba de una
vez por todas, era bien sencilla y al mismo tiempo difícil de
mantener, tal y como nos había sucedido en la última intentona. Se
trataba de sostener un ritmo más o menos constante de 5 km/h que nos
permitiera invertir en hacer los 101 km que teóricamente tiene la
prueba en 20 horas y poco... y destinar el margen de 4 horas para
paradas técnicas, avituallamientos, algún cambio de ropa y
cualquier otro imprevisto.
Todo preparado para la mañana siguiente. |
Habíamos estudiado por encima el
recorrido y el perfil, ya que una carrera de tanta distancia y
duración conviene tenerla al menos ligeramente vista, y nos
encontramos con que hasta el km 43 prácticamente se repetiría el
recorrido de la segunda de nuestras incursiones en tierras bercianas,
excepto justo antes de Las Médulas, donde se había eliminado un
tramo espantoso de dos km por asfalto y, a cambio, se nos habían
metido varios más de monte. Luego, hasta Puente de Domingo Florez,
todo igual de conocido.
A partir de ahí empezaríamos un tramo
de subida que yo ya había tenido el placer de experimentar (y sufrir
considerablemente) el primer año, cuando ella tuvo que retirarse,
así que ya nos hicimos una composición de lugar: la prueba empezaba
realmente a partir de ese punto. Desde Puente de Domingo Florez
tendríamos casi 30 km subiendo prácticamente todo el rato excepto
un par de tramos cortos de bajada, por pistas de tierra con una
inclinación que no hacía el ascenso demasiado duro. Eso sí, la
monotonía de la subida podría ser un serio problema para la cabeza
de alguien que llegara ya cansado... y aún más de noche, como sería
nuestro caso.
Luego, a partir del km 73, contaríamos
con un tramo de unos 10 km basicamente de bajada, hasta llegar al
cierre del bucle -Santalla del Bierzo- donde volveríamos a desandar
la parte común de ida y vuelta de la prueba, de unos 15 km.
aproximadamente. Esa parte común ya era una zona conocida y contaba
con un par de bajadas fastidiadas y tres subidas duras, una de ellas
especialmente larga. Los deberes previos a la prueba ya estaban
hechos, así que otro tanto a nuestro favor.
Con todo estudiado nos plantamos en la
pista “Colomán Trabado” desde la que sale la prueba. Justo antes
de partir nos hacemos las fotos de rigor con los amigos que nos
acompañaban y con otros correlegas y conocidos del mundillo trailero
gallego: Guti, Magono, Carlos Honda, Pipe... más de uno se nos
quedará en el tintero seguramente. No da llegado el momento de
partir, y eso que las bicis llevan un rato circulando por las calles
de Ponferrada. Por fin, con quince minutos de retraso salimos y
afrontamos con calma las primeras rampas ya que la experiencia, que
en este caso es un grado y medio, nos dice que mucha gente sale con
mucha alegría que luego habrá de pasarle factura en los últimos
tramos del recorrido.
Pipe, Guti, Magono, Rubén... y nosotros dos en el pabellón antes de salir. |
Con Guti y Magono en la pista "Colomán Trabado" |
Con Mónica López, Jose Maria Cañamares, Micha Callejo Allué y Emiliano Fernández a puntito de salir |
Con el admirable y único Carlos Honda |
Con la cabeza bien centrada en nuestro
objetivo afrontamos los primeros kilómetros sin demasiadas
complicaciones si exceptuamos una de las subidas del tramo común,
llena de un barro profundo en todo lo ancho del camino que hizo que
los ciclistas y marchadores que nos precedían hubieran creado un
camino paralelo en un prado. A la vuelta ni el camino ni su
alternativa iba a estar mejor ya que la mayor parte de los 3000
participantes habrían vuelto a pisotear ambas zonas. Mejor ni
pensarlo... ya llegaría el momento... si llegabamos, claro!.
En alguna de las bajadas incluso nos
animamos a soltar un poco las piernas, cuando la inclinación no era
tanta que pudiera cargar las rodillas. Precisamente en una de esas
bajadas una pareja de mujeres andarinas con sus bastones nos llamó
la atención sobre mi mochila abierta. Arreglamos el tema y seguimos,
pero algo hizo que volvieramos a encontrarnos en una subida y
entablamos conversación.
Ese fue el principio de una aventura de
93 km compartida con una de ellas, Rosa María Carballo Prieto, la
madre, que nos acompañó desde ese momento hasta cruzar la meta en
Ponferrada. La hija, Araceli Guerra Carballo, tenía previsto, bajo
estrictas órdenes facultativas, abandonar la prueba en torno al km
40, así que hasta Puente de Domingo Flores se nos vino.
Nuestras amigas Rosa Maria y Araceli en el avituallamiento de Las Médulas |
¡Que dos mujeres! Si buena era una,
apasionada del mundo griego y de las carreras de obstáculos tipo
Spartan Race así como de las pruebas de larga distancia, mejor era la otra, que contaba
con una dilatadísima experiencia en diversas
especialidades atléticas (maratón del Sahara, medias maratones...)
y de ultrafondo (decenas de caminatas por todo lo ancho y largo de la
piel de toro).
Madre e hija mantenían un ritmo
constante con sus bastones y, como se acercaba infinitamente al que
nosotros mismos llevábamos, continuamos como si tal cosa pasando
avituallamientos, valles, cuestas conocidas y desconocidas...
adelantando gente y cediendo el paso a algún que otro
participante... y así llegamos a las 18:00 a Puente de Domingo
Florez.
Al llegar al pueblo donde Pi se había
quedado la primera vez y donde casi nos hacen quedarnos la segunda,
estabamos satisfechos no sólo por no ser los últimos en llegar,
sino por haber hecho los teóricos 43 km en 8 h 15', lo que suponía
un ritmo algo superior al previsto de 5 km/h.
Allí me cambié el calzado y los
calcetines ya que, además de sucios y húmedos, nos quedaba una
larga tirada por delante -mayormente de noche- y comimos un plato de
macarrones con tomate que habían preparado los soldados del RALC 62
pertenecientes al acuartelamiento de Astorga, y que se encargaron de
una parte importante de los avituallamientos más complicados de
atender.
Mis viejas Mizuno Wave Ascend, con las
que hice mi primer Ultra Trail, recibieron con honores una despedida
en condiciones y metí en la mochila la ropa que consideré oportuno
incluir para el frío de la noche que en pocas horas se nos echaría
encima.
De mi Ultra Geira Vía Romana a los 101 Peregrinos (R.I.P.) |
Pili por su parte, comió un poco, se
sentó por fin un ratito, y ni siquiera cambió calzado ni calcetines. Sus teorías eran que, si se sentaba mucho tiempo luego no sería capaz de continuar, y que, como nada le había hecho daño
hasta el momento en los pìes ¿por qué habría de hacérselo en adelante?... y
algo de razón llevaba, por cierto.
Primera y última vez que Pili se sentó en toda la carrera |
Cuando ya casi estabamos listos para
salir unas chicas que habíamos adelantado cerca de las Médulas nos
preguntan si vamos a seguir, y comentan que de la organización les
han dicho que los llegados después de las 17:30 quedaban fuera de
carrera. Al oír eso nos sorprendimos mucho porque nos parecía que
no era tanto tiempo como para hacer el corte, y preguntamos si era
cierto lo que ellas nos habían comentado. Un miembro de la
Organización nos dijo que si queríamos seguir lo hicieramos, pero
bajo nuestra responsabilidad... y que no nos sorprediéramos si al
llegar a un avituallamiento nos lo encontrabamos cerrado. Según él,
ahora venía lo más duro de la carrera y teniamos que haber llegado
antes para poder afrontar lo que faltaba.
En este pabellón casi terminan con nuestras esperanzas. |
Como no somos unos novatos y en ningún
momento hizo ademán de retirarnos los dorsales, decidimos continuar
junto con nuestra compañera de 64 años, que esa es la edad de la
buena de Rosa María, hasta alcanzar nuestro objetivo. Además, en ningún apartado del reglamento de la carrera existía referencia alguna al presunto tiempo de corte argumentado por la organización, y sólo el miedo a quedarnos tirados podría hacernos abandonar.
El tramo de subida hasta Yeres fue uno
de los peores que afrontamos, ya que nos quedaba la duda de si nos
echarían de la carrera o no. El enfado con los organizadores iba en
aumento a cada paso y, cuando un hombre en un 4x4 que venía hacia
nosotros se paró y nos preguntó si éramos los últimos, lo cual
medio le confirmamos, a punto estuvimos de mandarlo a cierto lugar...
a él y al resto de la organización. Por suerte, la gente que estaba
en el punto de control y en el avituallamiento de Yeres nos aplaudió
efusivamente al llegar, algo que interpretamos como una señal de
apoyo que agradecimos inmensamente.
Paramos lo justo y seguimos camino
hacia algunas de las rampas más duras que yo recordaba de mi primera
experiencia en los 101 Peregrinos... en una de las cuales a punto
había estado de darme la vuelta. En esta ocasión había dejado los
bastones para usar por la noche con la mochila de material en Puente
de Domingo Florez e intentaba subir con ellos, pero esta vez no
conseguí acomodarme a ese ritmo y acabé subiendo mejor a pelo.
Un tramo que añadieron el año de nuestro segundo intento (aunque no lo parezca era un subida jodida) |
A punto de caer la noche llegamos al
siguiente avituallamiento, un campamento montado por los soldados del
RALC 62 en donde nadie habría podido instalar otra estructura,
cuando salía un grupo de participantes camino de la cumbre. De nuevo
pasta con tomate y adelante nuevamente. Los frontales eran ya
totalmente necesarios, ya que la maravillosa noche estrellada pero
sin luna no ayudaba nada. Aún quedaba mucha subida, pero a lo lejos
veíamos los haces de luz de otros corredores que andaban unos
kilómetros por delante y nos animaba saber que no estabamos solos en
mitad de la nada. Y aunque era dificil saber si ganabamos terreno o
no, saber que seguíamos sus pasos nos reconfortaba.
Aquella cuesta eterna parecía no
terminar nunca, y encontrar tres corredores que abandoban no sólo no
nos desanimó sino que nos hizo darnos cuenta de que no ibamos nada
mal. Apenas habíamos tenido síntomas de cansancio y casi no
teníamos molestias. Pili tuvo la precaución de pedir que le echara
spray efecto frío en todos los músculos de la parte trasera de sus
piernas en los últimos avituallamientos y yo me tomé un ibuprofeno
en cuanto tuve la primera sensación molesta en la pierna izquierda.
Nuestra compañera permanecía a nuestro lado con una tranquilidad y
una fuerza inaudita en una mujer de su edad, y parecía que a ella
todo le iba bien.
A menos de un km del punto más alto de
la prueba dimos caza a dos de nuetros compañeros de aventuras, ya
que uno de ellos tenía las piernas casi completamente agarrotadas y,
además, no tenía pantalones con piernas largas, y eso con el frío
que nos rodeaba era un peligro serio de hipotermia. Nosotros ya nos
habíamos cambiado unas cuantas rampas atrás, cuando el viento
empezó a ser incómodo y la sensación térmica desagradable.
Bajamos rápidamente hasta el siguiente
avituallamiento, como los dos anteriores atendido por miembros del
ejército, y tras tomar algo caliente continuamos camino. La bajada
era bastante seria y yo tenía que esperar por Pili y por Rosa, ya
que su ritmo era algo más prudente que el mío por problemas con su
frontal. Se nos hicieron bastante cortos esos km a excepción de los
tramos llenos de barro, en los que había que reducir el ritmo de
marcha y pensar mucho dónde apoyar los pies... sobre todo a la tenue
luz de un par de frontales bastante viejos y con las pilas a medio
gas.
Y así continuamos dejando gente y más
gente por el camino, hasta llegar a Santalla, cuna de la prueba y uno
de los avituallamientos más auténticamente bercianos, desde donde
desandaríamos el camino de la mañana. Ya sólo nos quedaban 15
interminables kilómetros con tres subidas (una de ellas
especialmente larga y dura) y dos bajadas (una especialmente
peligrosa por la inmensa cantidad de barro, como ya he contado antes)
y dos avituallamientos. En uno aún paramos a tomar un chocolate,
pero en el segundo, que fue el tercero consecutivo donde nos
ofrecieron dulce, dijimos que lo que más nos apetecía era llegar a
destino, a sólo 7 km, y ni siquiera paramos. Hasta cierto punto me
dieron pena aquellos hombres que seguían al pie del cañon a las
6:30 de la mañana y al raso para ofrecer su apoyo a los rezagados
como nosotros... y haber pasado de su amable ofrecimiento.
Siete simples kilómetros a eso de las
6:30 de la madrugada no son sólo 7000 metros. Siete kilómetros son
muchos cientos de pasos sobre unos pies que han tropezado con
incontables palos y piedras, que han esquivado mil y una trampas, que
se han arrastrado por la polvareda, el lodo y la grava. Siete
kilómetros en ciertas circunstancias son toda una distancia inmensa
a los ojos de una mente cansada y un cuerpo aterido.
Dos amigas surgidas del camino. |
Así que, cuando por fin ves Ponferrada
y eres consciente de que aún habrá que bordear la zona nueva de la
ciudad por el paseo fluvial en vez de cruzar en línea recta por sus
calles desiertas, piensas que algo estúpido eres por cumplir el
recorrido tal y como lo han marcado los organizadores. Pero al
momento desechas la tontería que acababa de asomar a tu mente. ¿A
quien vas a engañar?. El reto consiste en eso, en luchar contra las
dificultades y contra las tentaciones... y más cuando ya no queda
nada para terminar.
Por fin, tras 23 h 12 minutos de
marcha, alcanzamos la gloria de cruzar una linea de meta que nada se
parecía a la que mentalmente nos habíamos imaginado. Por desgracia
los organizadores no eramos nosotros mismos, y no estabamos
esperándonos con los brazos abiertos dispuestos a darnos un abrazo.
Por mala suerte habían quitado ya el cronómetro colgante con el
tiempo conseguido. Por mala suerte había coches en medio de la zona
de llegada cargando el material. Por pura mala suerte ni siquiera nos
dieron el ticket donde figuraba nuestro registro. Supongo que también
el destino quiso que no hubiera nadie justo en ese momentopara
ofrecernos ni los sandwiches ni la bebida del avituallamiento final.
A lo sumo un “coge lo que quieras de la carretilla”.
Quiero pensar que como era tarde por eso no había nadie para
entregar la bolsa con el material de recambio que habíamos dejado en
Puente de Domingo Florez. Al menos nos hicieron una fotografía los
ateridos cronometradores que había pasado la noche cubiertos con una
manta. Ese recuerdo será de lo poco que podamos salvar de la quema
de una entrada en meta decepcionante para las espectativas que una
prueba con tanto renombre nos había hecho esperar.
Con Rosa María y Araceli, después de haber terminado y antes de ir a dormir. |
Si hay algo que quiero destacar de cómo
llegó Pili a meta fue que parecía absolutamente felíz y dichosa.
Si no fuera porque sé que no se tomó nada excitante aparte de un
par de gominolas con cafeína a media tarde del día anterior,
hubiera jurado que algún tipo de substancia extraña mantenía esa
fuerza y ese ánimo tan intactos que le hicieron dar una vuelta al
interior del polideportivo trotando de felicidad mientras mis pies
sólo pedían ponerse en un barreño de agua helada. Ni los casi 5
kilómetros a mayores que nos metieron entre pecho y espalda; ni
haber utilizado unas zapas de asfalto contra toda recomendación; ni
las horas de cansancio acumulado; ni el tobillo torcido una semana
antes; ni la visita mensual que todas la mujeres en edad fértil
tienen... nada hizo que Pili dejara de disfrutar de su ansiado
momento de gloria y una sonrisa de oreja a oreja iluminara su rostro
radiante de gozo. ¡Cualquiera paraba aquella fiera exultante de gozo
por haber conseguido dominar a su bestia parda particular!
Cualquiera diría que con algo así se pueden hacer los 101 Peregrinos, ¿no? |
Grandes!!!!
ResponderEliminar