CRÓNICA MARATÓN DE BARCELONA 2017
13. BUEN NÚMERO
PRIMERA PARTE
Un año más, una vez más,
preparado para enfrentarme a los 42,195. Otra vez en Barcelona, y como siempre,
con convencimiento de que va a salir bien pero con mis dudas.
Si lo acabo con éxito, será mi
maratón número 13. ¡Vaya, menos mal que no soy supersticioso! Además, he
entrenado con normalidad, y nada indica que pueda fallar (aunque nunca se sabe).
13, ¡menuda chorrada! Nada puede
fallar sólo por esa coincidencia numérica. Y vale, no soy supersticioso, pero…
por si acaso hago todo como estoy acostumbrado a hacerlo. No son
supersticiones, insisto, son rituales.
Preparo todo el material que voy
a llevar siguiendo la lista que ya tengo preparada. Soy algo “nervioso” para
estas cosas, y si me olvido algo me da un patatús.
Igual que el año pasado, volamos
el sábado por la mañana desde Santiago. Y digo volamos porque, como no podía
ser menos, voy acompañado de mi principal apoyo en todo lo que hago, mi
asistente, mi animadora, mi fan incondicional, mi coach, Gloria.
Salimos con tiempo, como siempre.
Nunca pasa nada, pero prefiero tener un colchón de tiempo por si surge
cualquier eventualidad. Me noto algo nervioso. Voy pensando ya en la carrera, y
en ese 13… ¡qué chorrada!
Conduzco yo (igual que el año
pasado, pienso). Al llegar por la autopista a Santiago comprobamos que sigue en
obras. Hay que bajar la velocidad, pero no pasa nada, tengo tiempo suficiente.
Y ¿dónde tengo la cabeza?, pues
más en la carrera de mañana que en la autopista de hoy, así que llegando a la
salida hacia el aeropuerto voy en mi mundo y….me la paso.
Enseguida me doy cuenta de que he
metido la pata. Intento mantener la calma. No pasa nada, en la próxima salida
doy la vuelta.
En la próxima salida, en la
próxima salida. Pasan los kilómetros y la “próxima salida” no aparece.
Me voy poniendo cada vez más
nervioso. El colchón de tiempo que llevaba empieza a menguar. Cuando llegue a
la “próxima salida” aún tendré que deshacer lo recorrido de más. Voy echando
cuentas del tiempo que me falta, del tiempo que me queda.
Me desespero, grito, me cabreo,
no nos da tiempo. Me veo ya volviendo a casa. Adiós al vuelo, adiós al dinero
que me he gastado, hola al ridículo de contar a todo el mundo lo que me ha
pasado, adiós a los meses de preparación…maratón 13, estaba claro (ay, no, que
no soy supersticioso).
25 kilómetros después aparece la
“próxima salida”. Pago autopista y hago una maniobra que ni un contrabandista.
Cojo otra vez la autopista y…al aeropuerto.
Pero bueno, hasta que no sea una
realidad que hemos perdido el vuelo no hay que tirar la toalla. El vuelo aún no
ha salido. Otra cosa es que nos dejen embarcar, pero ya veremos.
Llegando al aeropuerto Gloria me
pregunta: “¿Y ahora el aparcamiento?¿Sabes dónde es?”.
“Sí, claro, no te preocupes” contesto.
Espero no equivocarme.
Es fácil, pienso, seguir las
indicaciones, una P grande, blanca sobre cuadrado azul no tiene pérdida…
Y así lo hago, P grande, blanca
sobre cuadrado azul. Fácil, no tenía pérdida…la única pega es que no es mi
parking, es el de los coches de alquiler, pero me doy cuenta cuando ya estoy
dentro. Nueva desesperación, ahora sí que no llegamos, ¿por dónde coño se sale
de aquí?
Encuentro la salida, pero no
tengo ticket de entrada, con lo que no hay cómo levantar la barrera, y reventarla
no me parece opción. Veo un interfono, llamo, un operario muy amable me indica
que suba por una rampa que veo a mi izquierda, que aparque (en el piso -4 o -3)
y que vaya a la oficina a por el ticket.
Subo, ¿-4? No, mejor al -3, que
está más cerca de la salida.
Aparco, salgo corriendo (ahora a
pie), no encuentro la dichosa oficina por ningún sitio. Otro interfono al que
llamo, y el mismo operario amable de antes me indica que voy bien, pero que la
oficina está en el -4.
Más carreras. Y yo que pensaba que
ya había hecho todo el entrenamiento de calidad, y me encuentro en el
aeropuerto de Santiago haciendo unas series a unos ritmos impresionantes.
Una vez conseguido el ticket de
aparcamiento (“no lo pierda, señor, que si no tendrá que pagar toda la estancia”
me advierte el operario amable. “Hijo mío”, pienso yo, “visto lo visto espero
acordarme de dónde he dejado el coche”) corriendo al control de embarque.
Hay poca gente, y además nos
dejan pasar delante. Los vigilantes no se ponen muy estrictos (yo ya estaba
imaginándome cómo tiraban mis geles para la carrera a la basura) y pasamos
rápido. En teoría ya han cerrado las puertas del avión, pero aún quedan 7
minutos para que despegue.
- ¿A dónde van?
- A Barcelona, a las 9:15
- Bueeeeno, no se preocupen, aún
están embarcando. Puerta 15
- Vamos, que llega a ser la 13….,
pienso. Y ahí vamos. Efectivamente, todavía hay gente subiendo al avión. Nos
ponemos en la cola. Rompo a sudar, a llorar. Lo hemos conseguido.
- Menos mal que estos de Ryanair
siempre se retrasan, que si no… y según pienso esto, veo que estamos en la cola
de VUELING.
Noooooooooo. Otra carrera para
ver dónde está nuestro vuelo. Quedan menos de 5 minutos. El mismo que nos
indicó antes nos pide perdón y nos dice que vayamos a la puerta 3, que aún no
han cerrado (aunque ya está todo el mundo dentro). La del control de embarque
me echa la bronca sutilmente. Paso, estoy yo para pelearme con nadie. Según
subimos al avión el sobrecargo me hace una broma, diciendo que llevan media hora
esperando. Le sonrío (enseñando los colmillos). Entro en el avión saludando,
eso sí, por si acaso alguien se pregunta a quién estaban esperando. Muy digno
yo. Me siento, abrocho el cinturón y el avión cierra las puertas. No me lo
puedo creer. Ahora sí, ya voy camino de Barcelona, de mi maratón número….13.
SEGUNDA PARTE
Después de un vuelo muy tranquilo
llegamos a Barcelona y fuimos directos a la feria del corredor. Igual que el
año pasado, todo está muy bien organizado. Recojo mi dorsal, mi camiseta, una
mochila, me hago un par de fotos y al hotel.
Todo con tranquilidad. Ya he
pasado muchos nervios hoy, ahora sólo toca descansar y relajarme.
Quedamos para comer con nuestros
amigos Simón y Júlia, vamos a un italiano (anécdota del restaurante, eran casi
las 4 de la tarde y aún no nos habían servido la comida. Al camarero que nos
tomó nota se le había olvidado pasar la comanda a cocina) y después a descansar
al hotel, con parada en Mercadona para comprarme mis cosas de desayuno (como
siempre, todo igual, mejor no variar nada).
Preparo el material para la
carrera. Hasta coloco el dorsal en la camiseta. Estreno los CARMA imanes,
pero….aunque no soy supersticioso decido ponerlo con imperdibles. Paso de
cambiar nada, todo como siempre.
Cena, ducha relajante y a dormir.
Y aunque no soy supersticioso,
despertador a las 6:01. Como siempre.
LA CARRERA
Al ritmo de la canción
“Barcelona” de Freddie Mercury y Montserrat Caballé, comencé mi carrera. Los
primeros 10 kilómetros los hice a poco más de 5’, corriendo con ganas. La idea
es intentar llevar este ritmo el mayor tiempo posible. Y como siempre, en la
media hacer control de daños y llegar al km 30 con ganas de correr.
El ambiente de este maratón me
sigue pareciendo espectacular. La animación en las calles es impresionante.
Desde primera hora hay mucha gente en las aceras animando y gritando nuestros
nombres.
Hacia el kilómetro 10 (50:58), se
me acerca otro corredor y empieza a hablar conmigo. Es Óscar, de Boimorto.
Vamos al mismo ritmo, así que compartimos kilómetros durante bastante tiempo.
Todo va bien. El ritmo que llevo
es muy regular, voy a 5’ el kilómetro. Incluso en el kilómetro 15, Passeig de
Gràcia, en cuesta, veo que recorto algún segundo (1:15:46).
En el 15 veo a Gloria. Como
siempre, es un chute de ánimo en vena. Vale que voy por el 15, que es la zona
dulce del maratón, que en este momento todo parece fácil, pero me da muchísima
fuerza.
Sigo a este ritmo. En el 18 llego
a la Avenida Meridiana. Lo recuerdo bien del año pasado. Un trazado de ida de dos
kilómetros de subida tendida y vuelta (con dos kilómetros de bajada, está
claro), cruzándonos con los que ya han llegado al 20. Para que se me haga más
llevadero, me dedico a observar a la gente que ya vuelve Meridiana abajo. Me
cruzo con las liebres de las 3 horas y con las de las 3h15m. Me cruzo con mi
compañero de equipo Carlos “Lete”. Le animo (Vengas ese CARMAAAAA). Me cruzo
con Rober “Canido”, que me anima a mí.
Paso la media maratón en 1:46:30.
Voy bien, me encuentro bien. Puedo seguir al mismo ritmo.
Al llegar al 26, a punto de
entrar en la Diagonal, oigo detrás de mí al grupo que va con las liebres de
3:30. Decido unirme a ellos mientras pueda. Está claro que van más rápido que
yo, pero es una buena compañía. Sólo tengo que apretar los dientes, seguirles el
ritmo y aguantar.
Como era de esperar, llego al 30
con ganas de correr (2:31:27). Si todo sale bien (y no tiene por qué no salir),
creo que voy a hacer un tiempo digno. No va a caer la marca personal (eso estaba
claro desde el principio), pero lo voy a hacer bien.
Km. 30. Las liebres intentando pasarme (y yo disfrutando) |
Llego al 35 (2:57:12). Ya he bajado el ritmo. Las
piernas empiezan a pesarme y los del 3:30 se alejan poco a poco. Me encuentro
con Rober, está parado. Se pone a correr a mi lado y me dice que iba a dejarlo,
no se encuentra bien. Aguanta un kilómetro y se retira. Me da ánimos. Ojalá
pudiera echarte una mano, compañero, pero voy justito.
Hago la subida al Arco de
Triunfo. El sitio es muy bonito, la animación es espectacular, pero no lo
disfruto, igual que el año pasado. A partir de aquí, aguantar, aguantar y
aguantar.
Veo a Gloria. Pienso en la cara
que llevo e intento dedicarle una sonrisa. La próxima vez que la vea será en
meta.
Veo a Eva, la hermana de mi amigo
Alfredo. Su marido Josep también está corriendo, y está haciendo un seguimiento
impresionante (no sé si es la cuarta o la quinta vez que la veo).
Foto spoiler. Tanto Josep como yo acabamos la carrera. Y muy contentos |
En el giro de Plaza de Catalunya,
alguien grita mi nombre. Vale que al llevarlo escrito en el dorsal, durante
toda la carrera lo estás escuchando, pero me parece un grito personalizado. Es
Montse, la mujer de mi amigo Dani. Esos gritos de ánimo y la cuesta abajo que
empieza me dan alas.
Km 38, plaza de la Catedral. Como
siempre en este kilómetro, pienso que ya está hecho. Sólo queda llegar.
Y llego al kilómetro 40
(3:24:39). Comienzan los dos últimos kilómetros de subida. El Paral-lel se me
hace duro, pero sólo hay que llegar. Pensar que sólo me quedan algo más de 10
minutos es un alivio.
Km 41. Con dolor, cansancio, sin
dudas, con esperanza, con esfuerzo, con motivación, y sobre todo, con éxito.
Y la última curva, arropado por
una cantidad impresionante de gente. Kilómetro 42. Estoy aquí. 195 metros de gloria y de Gloria, porque
pienso en ella al llegar. No sé si me está viendo, pero doy besos al aire, para
que le lleguen. Saludo, para que me vea.
Llegando a meta señalo mi dorsal,
para que el locutor vea bien mi nombre. Y lo grita. “Bien, David, Muy bien,
David, enhorabuena”.
Y yo también grito: ¡¡OOOOOOOOTRA
MÁS!!
La llegada. Foto pirateada a marathon-photos. |
He parado el crono en 3:37:00
Mi tercera mejor marca, mejorando
en casi 2 minutos la del año pasado.
No está mal.
Y eso que era mi maratón número
13
¿13? Esto no puede quedar así
Habrá que pensar en el próximo
(ah, no, que no soy
supersticioso)
POST SCRIPTUM
Siempre dedico mis carreras y mis
crónicas a Gloria y a mis chicos, pero esta vez quiero añadir alguien más.
Sònia, amiga, no pudiste venir a
verme, pero sabes que te llevo en mi corazón. Tendré que volver a Barcelona
para darte el beso que hoy te envío.
Carlota, amiga, si de alguien
aprendí que nunca hay que rendirse, que hay que luchar y que hay que llevar la
sonrisa hasta el final, eres tú. Aunque con esa madre, era tarea fácil.
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