miércoles, 22 de marzo de 2017

CRÓNICA MARATÓN DE BARCELONA 2017

13. BUEN NÚMERO
PRIMERA PARTE
Un año más, una vez más, preparado para enfrentarme a los 42,195. Otra vez en Barcelona, y como siempre, con convencimiento de que va a salir bien pero con mis dudas.
Si lo acabo con éxito, será mi maratón número 13. ¡Vaya, menos mal que no soy supersticioso! Además, he entrenado con normalidad, y nada indica que pueda fallar (aunque nunca se sabe).

13, ¡menuda chorrada! Nada puede fallar sólo por esa coincidencia numérica. Y vale, no soy supersticioso, pero… por si acaso hago todo como estoy acostumbrado a hacerlo. No son supersticiones, insisto, son rituales.

Preparo todo el material que voy a llevar siguiendo la lista que ya tengo preparada. Soy algo “nervioso” para estas cosas, y si me olvido algo me da un patatús.
Igual que el año pasado, volamos el sábado por la mañana desde Santiago. Y digo volamos porque, como no podía ser menos, voy acompañado de mi principal apoyo en todo lo que hago, mi asistente, mi animadora, mi fan incondicional, mi coach, Gloria.

Salimos con tiempo, como siempre. Nunca pasa nada, pero prefiero tener un colchón de tiempo por si surge cualquier eventualidad. Me noto algo nervioso. Voy pensando ya en la carrera, y en ese 13… ¡qué chorrada!

Conduzco yo (igual que el año pasado, pienso). Al llegar por la autopista a Santiago comprobamos que sigue en obras. Hay que bajar la velocidad, pero no pasa nada, tengo tiempo suficiente.
Y ¿dónde tengo la cabeza?, pues más en la carrera de mañana que en la autopista de hoy, así que llegando a la salida hacia el aeropuerto voy en mi mundo y….me la paso.

Enseguida me doy cuenta de que he metido la pata. Intento mantener la calma. No pasa nada, en la próxima salida doy la vuelta.

En la próxima salida, en la próxima salida. Pasan los kilómetros y la “próxima salida” no aparece.

Me voy poniendo cada vez más nervioso. El colchón de tiempo que llevaba empieza a menguar. Cuando llegue a la “próxima salida” aún tendré que deshacer lo recorrido de más. Voy echando cuentas del tiempo que me falta, del tiempo que me queda.

Me desespero, grito, me cabreo, no nos da tiempo. Me veo ya volviendo a casa. Adiós al vuelo, adiós al dinero que me he gastado, hola al ridículo de contar a todo el mundo lo que me ha pasado, adiós a los meses de preparación…maratón 13, estaba claro (ay, no, que no soy supersticioso).
25 kilómetros después aparece la “próxima salida”. Pago autopista y hago una maniobra que ni un contrabandista. Cojo otra vez la autopista y…al aeropuerto.

Pero bueno, hasta que no sea una realidad que hemos perdido el vuelo no hay que tirar la toalla. El vuelo aún no ha salido. Otra cosa es que nos dejen embarcar, pero ya veremos.

Llegando al aeropuerto Gloria me pregunta: “¿Y ahora el aparcamiento?¿Sabes dónde es?”.
“Sí, claro, no te preocupes” contesto. Espero no equivocarme.

Es fácil, pienso, seguir las indicaciones, una P grande, blanca sobre cuadrado azul no tiene pérdida…
Y así lo hago, P grande, blanca sobre cuadrado azul. Fácil, no tenía pérdida…la única pega es que no es mi parking, es el de los coches de alquiler, pero me doy cuenta cuando ya estoy dentro. Nueva desesperación, ahora sí que no llegamos, ¿por dónde coño se sale de aquí?

Encuentro la salida, pero no tengo ticket de entrada, con lo que no hay cómo levantar la barrera, y reventarla no me parece opción. Veo un interfono, llamo, un operario muy amable me indica que suba por una rampa que veo a mi izquierda, que aparque (en el piso -4 o -3) y que vaya a la oficina a por el ticket.
Subo, ¿-4? No, mejor al -3, que está más cerca de la salida.

Aparco, salgo corriendo (ahora a pie), no encuentro la dichosa oficina por ningún sitio. Otro interfono al que llamo, y el mismo operario amable de antes me indica que voy bien, pero que la oficina está en el -4.
Más carreras. Y yo que pensaba que ya había hecho todo el entrenamiento de calidad, y me encuentro en el aeropuerto de Santiago haciendo unas series a unos ritmos impresionantes.

Una vez conseguido el ticket de aparcamiento (“no lo pierda, señor, que si no tendrá que pagar toda la estancia” me advierte el operario amable. “Hijo mío”, pienso yo, “visto lo visto espero acordarme de dónde he dejado el coche”) corriendo al control de embarque.

Hay poca gente, y además nos dejan pasar delante. Los vigilantes no se ponen muy estrictos (yo ya estaba imaginándome cómo tiraban mis geles para la carrera a la basura) y pasamos rápido. En teoría ya han cerrado las puertas del avión, pero aún quedan 7 minutos para que despegue.
- ¿A dónde van?
- A Barcelona, a las 9:15
- Bueeeeno, no se preocupen, aún están embarcando. Puerta 15
- Vamos, que llega a ser la 13…., pienso. Y ahí vamos. Efectivamente, todavía hay gente subiendo al avión. Nos ponemos en la cola. Rompo a sudar, a llorar. Lo hemos conseguido.
- Menos mal que estos de Ryanair siempre se retrasan, que si no… y según pienso esto, veo que estamos en la cola de VUELING.

Noooooooooo. Otra carrera para ver dónde está nuestro vuelo. Quedan menos de 5 minutos. El mismo que nos indicó antes nos pide perdón y nos dice que vayamos a la puerta 3, que aún no han cerrado (aunque ya está todo el mundo dentro). La del control de embarque me echa la bronca sutilmente. Paso, estoy yo para pelearme con nadie. Según subimos al avión el sobrecargo me hace una broma, diciendo que llevan media hora esperando. Le sonrío (enseñando los colmillos). Entro en el avión saludando, eso sí, por si acaso alguien se pregunta a quién estaban esperando. Muy digno yo. Me siento, abrocho el cinturón y el avión cierra las puertas. No me lo puedo creer. Ahora sí, ya voy camino de Barcelona, de mi maratón número….13.

SEGUNDA PARTE
Después de un vuelo muy tranquilo llegamos a Barcelona y fuimos directos a la feria del corredor. Igual que el año pasado, todo está muy bien organizado. Recojo mi dorsal, mi camiseta, una mochila, me hago un par de fotos y al hotel.

Todo con tranquilidad. Ya he pasado muchos nervios hoy, ahora sólo toca descansar y relajarme.
Quedamos para comer con nuestros amigos Simón y Júlia, vamos a un italiano (anécdota del restaurante, eran casi las 4 de la tarde y aún no nos habían servido la comida. Al camarero que nos tomó nota se le había olvidado pasar la comanda a cocina) y después a descansar al hotel, con parada en Mercadona para comprarme mis cosas de desayuno (como siempre, todo igual, mejor no variar nada).

Preparo el material para la carrera. Hasta coloco el dorsal en la camiseta. Estreno los CARMA imanes, pero….aunque no soy supersticioso decido ponerlo con imperdibles. Paso de cambiar nada, todo como siempre.
Cena, ducha relajante y a dormir.
Y aunque no soy supersticioso, despertador a las 6:01. Como siempre.

LA CARRERA
Al ritmo de la canción “Barcelona” de Freddie Mercury y Montserrat Caballé, comencé mi carrera. Los primeros 10 kilómetros los hice a poco más de 5’, corriendo con ganas. La idea es intentar llevar este ritmo el mayor tiempo posible. Y como siempre, en la media hacer control de daños y llegar al km 30 con ganas de correr.

El ambiente de este maratón me sigue pareciendo espectacular. La animación en las calles es impresionante. Desde primera hora hay mucha gente en las aceras animando y gritando nuestros nombres.

Hacia el kilómetro 10 (50:58), se me acerca otro corredor y empieza a hablar conmigo. Es Óscar, de Boimorto. Vamos al mismo ritmo, así que compartimos kilómetros durante bastante tiempo.
Todo va bien. El ritmo que llevo es muy regular, voy a 5’ el kilómetro. Incluso en el kilómetro 15, Passeig de Gràcia, en cuesta, veo que recorto algún segundo (1:15:46).

En el 15 veo a Gloria. Como siempre, es un chute de ánimo en vena. Vale que voy por el 15, que es la zona dulce del maratón, que en este momento todo parece fácil, pero me da muchísima fuerza.
Sigo a este ritmo. En el 18 llego a la Avenida Meridiana. Lo recuerdo bien del año pasado. Un trazado de ida de dos kilómetros de subida tendida y vuelta (con dos kilómetros de bajada, está claro), cruzándonos con los que ya han llegado al 20. Para que se me haga más llevadero, me dedico a observar a la gente que ya vuelve Meridiana abajo. Me cruzo con las liebres de las 3 horas y con las de las 3h15m. Me cruzo con mi compañero de equipo Carlos “Lete”. Le animo (Vengas ese CARMAAAAA). Me cruzo con Rober “Canido”, que me anima a mí.

Paso la media maratón en 1:46:30. Voy bien, me encuentro bien. Puedo seguir al mismo ritmo.
Al llegar al 26, a punto de entrar en la Diagonal, oigo detrás de mí al grupo que va con las liebres de 3:30. Decido unirme a ellos mientras pueda. Está claro que van más rápido que yo, pero es una buena compañía. Sólo tengo que apretar los dientes, seguirles el ritmo y aguantar.

Como era de esperar, llego al 30 con ganas de correr (2:31:27). Si todo sale bien (y no tiene por qué no salir), creo que voy a hacer un tiempo digno. No va a caer la marca personal (eso estaba claro desde el principio), pero lo voy a hacer bien.
Km. 30. Las liebres intentando pasarme (y yo disfrutando)

Llego al  35 (2:57:12). Ya he bajado el ritmo. Las piernas empiezan a pesarme y los del 3:30 se alejan poco a poco. Me encuentro con Rober, está parado. Se pone a correr a mi lado y me dice que iba a dejarlo, no se encuentra bien. Aguanta un kilómetro y se retira. Me da ánimos. Ojalá pudiera echarte una mano, compañero, pero voy justito.

Hago la subida al Arco de Triunfo. El sitio es muy bonito, la animación es espectacular, pero no lo disfruto, igual que el año pasado. A partir de aquí, aguantar, aguantar y aguantar.
Veo a Gloria. Pienso en la cara que llevo e intento dedicarle una sonrisa. La próxima vez que la vea será en meta.
Veo a Eva, la hermana de mi amigo Alfredo. Su marido Josep también está corriendo, y está haciendo un seguimiento impresionante (no sé si es la cuarta o la quinta vez que la veo).

Foto spoiler. Tanto Josep como yo acabamos la carrera. Y muy contentos


En el giro de Plaza de Catalunya, alguien grita mi nombre. Vale que al llevarlo escrito en el dorsal, durante toda la carrera lo estás escuchando, pero me parece un grito personalizado. Es Montse, la mujer de mi amigo Dani. Esos gritos de ánimo y la cuesta abajo que empieza me dan alas.

Km 38, plaza de la Catedral. Como siempre en este kilómetro, pienso que ya está hecho. Sólo queda llegar.
Y llego al kilómetro 40 (3:24:39). Comienzan los dos últimos kilómetros de subida. El Paral-lel se me hace duro, pero sólo hay que llegar. Pensar que sólo me quedan algo más de 10 minutos es un alivio.
Km 41. Con dolor, cansancio, sin dudas, con esperanza, con esfuerzo, con motivación, y sobre todo, con éxito.

Y la última curva, arropado por una cantidad impresionante de gente. Kilómetro 42. Estoy aquí.  195 metros de gloria y de Gloria, porque pienso en ella al llegar. No sé si me está viendo, pero doy besos al aire, para que le lleguen. Saludo, para que me vea.

Llegando a meta señalo mi dorsal, para que el locutor vea bien mi nombre. Y lo grita. “Bien, David, Muy bien, David, enhorabuena”.
Y yo también grito: ¡¡OOOOOOOOTRA MÁS!!
La llegada. Foto pirateada a marathon-photos.

He parado el crono en 3:37:00
Mi tercera mejor marca, mejorando en casi 2 minutos la del año pasado.
No está mal.
Y eso que era mi maratón número 13
¿13? Esto no puede quedar así
Habrá que pensar en el próximo
(ah, no, que no soy supersticioso)

 
Pues eso. Maratón 13
3:37:00
POST SCRIPTUM
Siempre dedico mis carreras y mis crónicas a Gloria y a mis chicos, pero esta vez quiero añadir alguien más.
Sònia, amiga, no pudiste venir a verme, pero sabes que te llevo en mi corazón. Tendré que volver a Barcelona para darte el beso que hoy te envío.

Carlota, amiga, si de alguien aprendí que nunca hay que rendirse, que hay que luchar y que hay que llevar la sonrisa hasta el final, eres tú. Aunque con esa madre, era tarea fácil.